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9 septiembre, 2024

Dos rombos en el fracaso

Si eres mayor de 40 años, seguramente sepas a que me refiero cuando hablo de los rombos de la TV. Es más, probablemente te vengan algunos recuerdos a la mente de tus padres cambiando de canal o mandándote a dormir cuando aparecía uno o dos rombos en la pantalla. Y es que entre 1963 y 1984, TVE utilizó el código de regulación de contenidos por rombos: un rombo cuando el contenido era para mayores de 14 años, y dos rombos para mayores de 18.

Esos rombos blancos ya no aparecen en nuestros televisores, pero… ¿Siguen existiendo? Podríamos decir que sí, aunque de distinta manera. Desde hace ya unas décadas vivimos en la era de la información. Formamos parte de una sociedad interconectada, capaz de hacer que la información fluya de manera instantánea por todo el mundo. Ahora, todos, desde el sofá de nuestra casa, podemos convertirnos en comunicadores. O en exhibidores.

Si buscamos la palabra “exhibir” en el diccionario, encontraremos la siguiente definición: “Exponer una cosa públicamente de forma que pueda ser vista por un gran número de personas con detenimiento”. Si nos acogemos a ella, podríamos afirmar que vivimos, también, en la era del exhibicionismo. Lo exhibimos absolutamente todo: nuestra casa, nuestra pareja, hijos, vacaciones… y así podría enumerar un sinfín de ejemplos. La parte positiva de este hecho es que la exhibición, utilizada correctamente, tiene un poder social inmensurable.

Por ello, en los últimos años, se ha conseguido dar visibilidad a temas censurados durante décadas. Hemos sido capaces de ir eliminando los rombos sociales que se habían impuesto en muchos temas, como la violencia de género, el machismo, la maternidad real, la salud mental, el bullying… entre muchos otros. Y hemos expuesto, expresado y denunciado situaciones, experiencias e injusticias que estábamos viviendo con el mundo entero. Nos hemos unido en luchas que antes se vivían en soledad.

Pero aún existe una lucha con dos rombos. Una lucha, que quien la sufre, no sólo la vive en soledad, sino que en muchas ocasiones, también lo hace con vergüenza: el fracaso. Un tema censurado, que aún no tiene la visibilidad suficiente como para comprender que el fracaso es algo que nos ocurre a todos en algún momento de nuestra vida.

Walt Disney, Oprah Winfrey, Steven Spielberg o Fred Astaire también fracasaron en sus caminos. Pero eso no les definió como personas. No hay duda de que somos una sociedad valiente, pero aún falta coraje para levantarse y decir públicamente: “he fracasado”. Es necesario que aprendamos a exhibir el fracaso con naturalidad, que entendamos que forma parte del camino y que nos proporciona el aprendizaje necesario para poder seguir hacia delante.

Ojalá pronto eliminemos los dos rombos que están censurando un tema tan importante y necesario para el buen desarrollo de nuestra sociedad.

 

 

Artículo redactado por Meritxell Giné

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